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PREJUICIOS

 

La definición que da la Real Academia Española acerca del término prejuicio es: ‘Juicio previo o idea preconcebida, por lo general desfavorable’. Y esta acepción toma mayor fuerza al comprenderse que las ‘ideas preconcebidas’, aquellas dadas por hecho o como verdades irrefutables, sitúan a los individuos que las mantienen en una posición de desventaja cultural y de impedimento para el progreso en cualquiera de las facetas del desenvolvimiento humano.

Los prejuicios han desencadenado infinidad de conflictos a lo largo de la historia de las civilizaciones, se han tratado de implementar como conocimiento y parte del saber sin otro resultado que el de las devastaciones y las diferentes guerras, sean psicológicas o bélicas.

El prejuicio no es conocimiento que valide al pensamiento libre y crítico, no faculta al saber ni a la idiosincrasia, tampoco atribuye cultura ni estimula al aprendizaje que nutre la mente para su crecimiento y deliberada realización.

Es peor el prejuicio que la ignorancia. El ignorante puede estar dispuesto a aprender, a llenarse de nuevos conocimientos, información y cultura; la persona prejuiciosa vive encorsetada en sus propias ideas u opiniones. No suele dar ni el beneficio de la duda debido a lo que considera su primera y última verdad.

Es un perjuicio el prejuicio por no disipar la mente empañada de creencias, nunca un beneficio ni una ventaja.

La educación que se basa en ideas preconcebidas, pasa a ser una doctrina que imposibilita a abarcar el océano del saber con el implícito orden y respeto hacia las cosas y los seres. Puede verse el prejuicio como el que contamina la mente e intoxica el alma.

La popular frase de Albert Einstein que describe como más fácil la desintegración de un átomo que la de un prejuicio, hace pensar que no puede haber un esperanzado remedio para quienes viven del fanatismo de sus conceptos sin dar tregua ni opción a aceptar otras fronteras del conocimiento.

El estudio incansable facilita el crecimiento humano, da pie a la creatividad y fomenta el enriquecimiento cultural. El prejuicio es un deseo personal muy confortable, aunque no vinculado a la realidad de los hechos, de las circunstancias ni de la vida.

Es una victoria renunciar a creencias casi obsoletas que marginan el pensamiento individual al igual que el colectivo. Esta es la finalidad limitante y esclavizadora del prejuicio: Lo que se piensa no siempre es lo que parece y, en ocasiones, ni siquiera se acerca a lo que es.

El prejuicio es tan terrible que muere la gente sin haber aprendido a vivir por ella misma.

«La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original». – Albert Einstein

 

David Valentín Torres

Escritor de psicología y filosofía

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