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El ‘efecto eclipse’

Cada persona, sin distingo de su estatus social, académico o cultural, tiene una posición necesaria en este enorme puzle que es la vida.

Todos los seres cumplen  una irremplazable función; unos destacan más y otros pasan más desapercibidos, sin embargo ninguno es prescindible, todos juegan un papel trascendental para que este mundo se arme en su justa medida.

El ser humano, doquiera que sea o esté, ha sido llamado a cumplir con una labor determinada e insustituible en la vida, una tarea que nadie debería eclipsar.

No importa cuán insignificante parezca el cumplimiento de la labor individual o ajena, es imprescindible llevarla a cabo aunque haya personas o circunstancias que las puedan infravalorar.

La “corona del triunfo” es cumplir con aquello que dé paz, alegría y confort. Cuando se encuentre el aliciente de la vida en la labor que se desempeñe, se estará realizando justamente lo que se vino a hacer a este mundo.

Habrá gente a la que no le guste lo que otro haga, habrá también quien intente imitarlo y quienes traten de ensombrecerlo con pensamientos, palabras y acciones recalcitrantes. Este es el ‘efecto eclipse’: pretender suplantar el espacio y la labor que le pertenece a otro por creer que esa posición invasiva es más valida, superior y significativa.

La realidad es que no se puede eclipsar la luz de nadie para que la propia luzca más. El cumplimiento de cada individuo es insustituible, solo hay que encontrar dónde encajar sin originar perturbación en los espacios ocupados por los demás. No hay dos flores completamente iguales, no obstante cada una luce con su inigualable y resplandeciente belleza, sin competir y sin aires de superioridad.

Cuando se esté realizando un cometido se pueden dar diferentes dificultades y la idea es continuar determinantemente hasta su cumplimiento final. El ‘efecto eclipse’, personas a las que les incomoda las labores o la simple presencia de otros, es una circunstancia que tarde o temprano llega y a superar.

En definitiva, nadie cuenta con la misma virtud que nadie, toda persona ocupa su lugar en la vida. Intentar hacer propio el brillo ajeno es igual de risorio a creer que la luz del sol desaparece por el simple paso de la luna dando lugar a su efímero eclipse.

No hay que creerse menos, hay que fortalecer la confianza individual, ser un sol con su inconfundible luz. Hay que ser un efecto de los propios hechos, no de los ajenos. Tampoco hay que equivocarse en este sentido.

 

David Valentín Torres

Escritor de psicología y filosofía

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