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EL VÍA CRUCIS DE ESOS SERES CONSIDERADOS EN ESPAÑA COMO “BIENES MUEBLES O COSAS”: LOS ANIMALES.

Esta semana no voy a escribir sobre el  Caso Noos, de la sentencia dictada, justicia para todos, de las condenas y absoluciones, del atentado terrorista inventado por Donald Trump en Suecia ni de otros tantos que han ocupado nuestras portadas en los últimos días. Esta semana he decidido escribir sobre otros seres que habitan nuestro planeta mucho menos corruptos, más agradecidos, más fieles y leales, sin intereses políticos ni económicos, más honrados, maltratados en muchas ocasiones y olvidados e infravalorados siempre por el ser humano. El pasado miércoles, el Congreso de los Diputados por unanimidad apoyó una proposición no de ley a fin de que el Gobierno promueva las reformas legales necesarias para crear una categoría en el Código Civil español. Se solicitó que los animales sean a partir de ahora definidos como seres vivos dotados de sensibilidad. La intención de dicha proposición es promover la definición del animal, que actualmente es considerado como “bien mueble o de cosa“.  Asimismo, se solicitó promover las reformas legales oportunas para que los animales de compañía no puedan ser objeto de embargo en un procedimiento judicial. Esta iniciativa  abre un debate en nuestro país, tan a fin a hacer espectáculos con animales y tan inconsciente en cuanto al trato de los animales antes de ser servidos en alguna mesa.

La legislación estatal y la autonómica son tan dispares en este tema que lo que en una comunidad autónoma está prohibido, en la de al lado es legal (por ejemplo, mientras la Comunidad de Madrid aprobó hace unas semanas la prohibición de sacrificar animales en otra puedes disparar a un perro por el bosque, como es el caso de Castilla La Mancha). En Canarias nos encontramos con algo parecido. Mientras en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria se aboga por la prohibición de los espectáculos con animales, en pueblos de la misma isla, como la Villa de Ingenio, se continúan dando cabida a este tipo de espectáculos, sirviendo, además,  para refugio de tigres y leones, aparentemente sin las medidas necesarias de protección, tal y como se publicó en varios medios de comunicación, cuando no son explotados por el circo que actualmente recorre algunos pueblos de esta isla.

Volviendo a nuestro tema central, resulta que, ¡los animales son calificados de cosa!. Menuda barbaridad, pensarán algunos. Pues sí, los animales en España tienen esa calificación. Ante eso, yo les pregunto, ¿son sus mascotas cosas?, ¿consideran a su perro, gato o canario una cosa?, ¿es una vaca, un caballo, un conejo, un cerdo o un pollo una cosa?. Desde luego, a simple vista y objetivamente tienen más de siete diferencias con el sofá de mi casa.  Desgraciadamente, en temas como este, siempre hemos de recurrir a lo que sucede en otros países más desarrollados que el nuestro. En países como Alemania, la protección de los animales es una cuestión constitucional. La decisión adoptada por este país en el año 2012 no tenía precedentes en la UE. La protección animal se convirtió en un objetivo estatal similar al de la salvaguarda del medio ambiente, pudiendo tener implicaciones, por ejemplo, en las formas de sacrificio de los animales y en la experimentación. Les pondré un claro ejemplo de cómo se considera a un animal según la cultura y sin salir de esta isla. En Maspalomas es posible entrar con tu mascota a prácticamente todos los lugares. Desde luego, no conozco ninguno al que impidan a una persona entrar con su mascota. Sin embargo, a 20 kilómetros, los problemas crecen. A mí, en la Villa de Ingenio, me prohibieron hace unos meses la entrada a un conocido autoservicio del pueblo cuyos propietarios son españoles por poner un pie dentro del local con mi perra cogida en mis brazos. Mientras mi pareja me mostraba dos helados para que yo eligiera, tuve que acercarme para verlos bien. Inmediatamente, la dependienta se dirigió a mí diciendo que saliera de la tienda pues estaba prohibido entrar con un perro. Me gustaría describir a mi perra, pues pesa menos de cuatro kilos y la tenía en mis brazos cogida. En el mismo pueblo, una conocida heladería italiana, a la que tengo que agradecer desde aquí su amabilidad con la que siempre me tratan, me facilitaron, es más me invitaron a pasar con mi perra, recriminándome muy amablemente que no me quedara fuera del establecimiento por la perra. Visto lo visto, ¿es una cuestión absolutamente cultural o no?. Desde luego, para mí es una cuestión cultural. Afortunadamente, cada vez son menos los que hacen esta discriminación a los animales.

Para los que no la conozcan existe la Declaración Universal de los Derechos del Animal, firmada en Londres el 23 de septiembre de 1977. Según esta Declaración de Derechos:

  1. a) todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia,
  2. b) El hombre, en tanto que especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros animales o de explotarlos violando ese derecho. Tiene la obligación de poner sus conocimientos al servicio de los animales.

No parece que el ser humano cumpla con esto ¿verdad?. Muchos pensaran, pero si yo trato a mi mascota con mucho cariño y amor, es más lo trato como uno más de la familia. Desde aquí les felicito porque aún existen algunos seres bípedos humanos, que abandonan a sus mascotas sin remordimiento alguno, es más, se permiten sacrificarlos tirándolos por barrancos, tal y como ha sucedido recientemente en la ciudad de Telde.     Retomando la pregunta inicial es porque hacemos discriminación y distinción entre los animales, es decir, no tratamos igual al perro que al pulpo (a pesar de tener la misma inteligencia), no tratamos igual al gato que a la vaca (cuando estas reconocen sentimientos, etc. En base a esto, la pregunta es: ¿somos partícipes del maltrato que se le ocasiona a una vaca o a un cerdo?. Es un tema muy complicado y soy consciente de ello. En muchas ocasiones miramos a otro lado, pues la costumbre es comer a este tipo de animales, sin reparar en la vida que estamos quitando. Un ejemplo claro y del que no hay que investigar demasiado es el trato dado a las gallinas. Una gallina enjaulada con otras cuatro, sin poder moverse o descansar, obligadas a poner decenas de huevo diario, lo consideraríamos un maltrato o no. Yo desde luego, sí. No se trata de dejar de comer huevos, sino de preocuparnos porque los huevos que compremos provengan de gallinas que vivan en libertad y que pongan el huevo de forma natural. ¡Si es que ganamos en salud y ayudaríamos a que estos huevos fueran más baratos a la hora de comprarlos!.

A lo largo de nuestra historia, los seres humanos han considerado a los animales como propiedades que no tienen derechos. Gracias a millones de personas en el mundo, asociaciones, veganos y animalistas se ha podido comprender que los animales son seres sintientes y no cosas. Es importante tener en cuenta que los animales además de ser seres sintientes también son seres con conciencia, cuestión ampliamente debatida por esos seres humanos que se autocalifican como seres supremos y altamente racionales. La calificación de conscientes lo digo apoyada precisamente por la comunidad científica, esa comunidad que tiene rigor para esos seres humanos supra racionales cuando se trata de defenderla frente a por ejemplo la homeopatía pero que no tiene rigor y veracidad cuando se trata de defender la conciencia de los animales. El documento conocido como Declaración de Cambridge sobre la Conciencia es un claro ejemplo de ello. Este documento sirve de conclusión a varios años de investigación y en el que se da a conocer al mundo que los humanos no son los únicos seres conscientes y que se ha de reconocer a los animales como seres con diferentes grados de conciencia. No obstante, no necesito conocer estudios científicos para saber que mi perra siente, me quiere y necesita de mí, y que además, tiene una serie de derechos y obligaciones en casa. No necesito estudios para saber que con solo mirarnos, nos hablamos la una a la otra.

En general, los humanos hemos adoptado a los animales como nuestras propiedades, tratándolos como esclavos. Hemos sustituido a los esclavos de antaño a los que tratábamos como seres inferiores, sin derechos, bufones que nos servían en nuestra vida diaria y como espectáculos. Hemos aprendido a explotar a los animales como bestias de trabajo, para servirnos de comida en una industria cargada de maltrato, solo con fines económicos, y utilizarlos para que nos sirvan de espectáculos o de pruebas para algún experimento. Hemos sustituido a los esclavos que servían al dueño por otros seres que también viven en nuestro planeta y consideramos presuntamente inferiores a nosotros para ocupar el lugar de los otros. Ver, por ejemplo, cómo a un pollo se le aparta de su madre recién salido del huevo, se le da de comer con pienso hasta que sus huesos se parten por su propio peso, impidiéndoles ponerse en pie, conviviendo con miles de pollos a su alrededor, sin poder moverse, sin poder respirar, con infecciones respiratorios por la inhalación continua de los gases que emiten sus excrementos, que no limpian, para acabar, a los seis meses de vida los más afortunados, degollados agonizando y chillando hasta su muerte o en una cámara de gas, los que corran con mayor suerte, para acabar en un asador de pollos o en un supermercado de oferta o en un restaurante para que te lo comas a la plancha o asado, desde luego no es para sentirse orgulloso ni para ir presumiendo de racionalidad. Esta es la vida y muerte del pollo que comes. ¿No se te rompe el alma? Cierra los ojos e imagínatelo, por favor. ¿Somos conscientes de lo que comemos? No, la respuesta es no. Y lo peor es que pagaremos inevitablemente por ello. Al final nuestra salud acabará pagando las aberraciones que cometemos con estos seres indefensos. Los animales de granja son los que más sufren nuestro abandono. Al igual que el pollo, la vaca o el cerdo que comes pasa por un Vía Crucis, de más de catorce pasos, antes de llegar a tu boca.  ¿Es necesario todo esto?. Sabemos que un cerdo tiene la inteligencia equivalente a la de un niño de tres años, que el pulpo tiene la misma inteligencia que un perro, que una vaca siente la alegría y la tristeza, que un chimpancé puede reconocerse y es consciente de su existencia, entonces ¿por qué nosotros no somos consciente de ello?. ¿Es mucho más fácil mirar a otro lado y comer un buen filete de ternera y no pensar lo que realmente te estás comiendo? No trato de imponer mi estilo de vida a los demás, es más, respeto a quien decida comerse a un animal. Lo que trato de hacer ver es que no es justo seguir fomentando y participando en esta despiadada matanza que comete la industria. No le damos a los animales ningún tipo de dignidad, olvidándonos de que todos, todos, todos, sin exclusión, quieren vivir, igual que tú y que yo.

Mucho faltara en nuestro país para regular los derechos de los animales, pues no debemos ser hipócritas, mientras se permita maltratar y matar a un animal en una plaza, bajo el calificativo de arte, no habrá una conciencia real de la necesidad. Mi esperanza es que cada vez somos mayor el número de personas que consideramos estos actos una matanza y que ese “arte” obsoleto y repugnante, algún día solo será historia y recordado como uno de los mayores atentados contra la vida animal.

Ya en el año 1791 el presbiteriano Herman Daggett aseguraba en su discurso sobre los derechos de los animales, llegando a afirmar: “Y no conozco nada en la naturaleza, en la razón o en la revelación que nos obligue a suponer que los derechos inalienables de la bestia no sean tan sagrados e inviolables como los del hombre”.

Más recientemente, Tom Regan, afirmó que la vida es un valor que importa respetar, que no se debe maltratar a los seres valiosos, entonces no es necesario apelar a derechos para pedir para un ser respeto y cuidado: basta con que sea valioso.

Leído esto podríamos pensar lo siguiente: ¿si Ud. viese que quieren quemar un cuadro de valor incalculable, por ejemplo, Las Meninas de Velázquez, qué diría o haría?. Se pondría las manos en la cabeza y el grito en el cielo haciendo todo por salvaguardar tremenda obra de arte. ¿Se necesita legislación para saber que algo tan valioso como esa pintura necesita ser protegida y cuidada?. La respuesta es, obviamente, no. Es intrínseco el querer protegerlo. Pues entonces, ¿en qué se diferencia con la vida de un cerdo?. ¿Acaso la vida del cerdo tiene menos valor que un cuadro?. No olvidemos una cosa importantísima y de la cual no somos conscientes, el filete de vaca que pudiste comer hoy en el almuerzo, pertenecía a una parte del cuerpo de una vaca, que tenía vida, que nació no para darte de comer, sino para vivir, que la vaca ya no está y que no volverá a estar en esta tierra por toda la eternidad. La hemos privado de vivir y por nuestra culpa no vivirá más. Desde aquí y con la mayor humildad que me caracteriza lanzo tres preguntas que me gustaría te hicieras: ¿Quiénes somos nosotros para decidir sobre la vida de otro ser?, ¿Quiénes somos nosotros para decir que los animales están ahí para comérnoslos? y ¿Quiénes somos nosotros para elegir qué animales viven y cuáles mueren para satisfacernos?. No somos nadie para ello. Protejamos a estos seres indefensos y luchemos juntos por evitar que continúen siendo víctimas de la industria en todos los sentidos. Ruego no participemos en esta masacre. Probablemente ellos no lo harían.

Mª Vanessa Ramírez Rodríguez, abogada.

2 comentarios en “EL VÍA CRUCIS DE ESOS SERES CONSIDERADOS EN ESPAÑA COMO “BIENES MUEBLES O COSAS”: LOS ANIMALES.”

  1. Me he quedado realmente “tocado” con este artículo.
    Hace poco más de un año preparé “cochinillo al horno”, al ir a comerlo mi pareja me dijo: se parece a Taifa, esta puesto igual que cuando ella se enrosca”.
    Taifa es la Reina de mi casa, una mileches que es imposible quererla más. Ni que decir tiene que no pude comer el cochinillo.
    El comer “carne” supuso para los hominidos el crecer su cerebro gracias a las proteinas aportadas.
    ¿Seriamos sin haber llegado a comer “animales” como somos ahora?.
    Tu artículo me hace pensar, es cierto que al comer carne intento no pensar en que proviene de un animal vivo… pero si que proviene.
    ¿Como se puede cambiar un hábito que llevo practicando desde hace 58 años?.
    Que dificil, pero pensaré en lo que, con muy criterio, expones…

    1. Estimado Diego: en mi caso te puedo decir que dejé de comer carne poco a poco, dejé los lácteos de origen animal y empecé a preocuparme por datos tan importantes como es que de dónde provienen los huevos que consumo. Solamente comprando huevos que provengan de gallinas que viven en libertad, estamos ayudando mucho a estos animales. El truco está en hacerlo poco a poco. El cerebro hace lo demás. Te lo digo por experiencia. Llega un momento que ves la carne tal como es, es decir, que proviene de una vida y que no quieres participar en eso. Por supuesto, tengo que agradecer siempre tus comentarios. Muchas gracias.

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