En su espacio semanal El Dedo en la Llaga en Radio Faro, Yair Rodríguez reflexionó sobre la crisis de valores en la sociedad actual, marcada por el predominio del miedo, la ira y el utilitarismo frente a las humanidades, el pensamiento crítico y la cultura.
Rodríguez recordó que, en una sociedad dominada por la tecnología, la economía y la rapidez, hemos dejado de lado lo que nos hace verdaderamente humanos: pensar, sentir, cuidar y crear. “Cuando olvidamos las grandes preguntas —¿quién soy, a dónde voy, cuál es mi propósito?— aparece el vacío, el nihilismo del que hablaba Nietzsche. Y ese vacío lo llenan las religiones políticas que prometen el cielo y siempre traen el infierno”, apuntó.
El analista señaló que las emociones del miedo y la ira son las más explotadas en la política actual, especialmente por la ultraderecha:
“Con miedo y mala leche no te dejan pensar con claridad. Te dicen que la culpa es de los inmigrantes, de los políticos en general, de un enemigo difuso. Pero si pones cara, si hablas de Youssef, de Ana, de Davinia, ya no puedes convertirlos en ‘los malos’. El miedo baja con historias reales, con rostros concretos”.
También advirtió que la democracia sin educación ni valores humanísticos es “una plastilina moldeable, fácil de manipular”, y criticó tanto a la ultraderecha por usar bulos y discursos de odio como a la izquierda por perder la conexión emocional con la gente: “La izquierda ha abandonado la emoción y con ello ha perdido el relato. Gestionar bien no basta, hay que dar esperanza, contar historias de justicia que se ve, de personas concretas beneficiadas por las políticas públicas”.
Rodríguez denunció la proliferación de bulos, como el vídeo que circuló recientemente acusando de adoctrinamiento en colegios de Santa Lucía:
“Decían que era en horario lectivo y obligatorio, cuando en realidad eran actividades extraescolares y voluntarias. Fue un intento descarado de engañar, señalando falsamente al alcalde Francisco García. La ultraderecha manipula emociones como la vergüenza, el asco y la envidia para generar rechazo social”.
En otro momento de su intervención, abordó el problema de la vivienda y el futuro de los jóvenes:
“Vamos a vivir una juventud injusta, como la vivieron nuestros padres. Los precios se disparan y las casas se reducen en tamaño. Nos enfrentamos a un futuro de mayor individualismo y limitaciones en la movilidad. Eso me preocupa, porque lo físico y cotidiano marca nuestra vida democrática”.
Rodríguez defendió la necesidad de rescatar la esperanza y los valores humanistas como eje de la vida pública: “Cada vez que derribamos un tabú injusto, ensanchamos la democracia. No todo está perdido: identificar las heridas es el primer paso para curarlas. La cura es volver a lo esencial, a un renacimiento humanista que ponga al ser humano en el centro”.
Citando a Kierkegaard, concluyó:
“Vivimos en una sociedad con las mismas instituciones, pero vacías de fe y de confianza. Todo parece una farsa. La salida es recuperar los vínculos democráticos, volver a lo clásico —la virtud, la verdad, la belleza— y dar respuestas concretas a la gente. ¿Para qué sirve la política? Para mejorar la vida de las personas, con nombres y apellidos”.
“Hay que poner el dedo donde duele, en las heridas de nuestra sociedad, pero también proponer un camino de esperanza. Volver a ser humanos plenos”, cerró Yair Rodríguez.
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