La homenajeada recibió la visita de la alcaldesa Vanesa Martín en un emotivo encuentro que resaltó una vida sencilla, trabajadora y profundamente familiar.
Cumplir un siglo de vida no sucede todos los días, y el pasado 20 de noviembre María Jiménez Ortega alcanzó los 100 años con la misma dulzura que la ha acompañado siempre. Para ella, incluso, la cifra tiene un matiz especial: “Papá me quitó un año”, solía bromear, recordando que en el libro de familia aparece como nacida en 1924, aunque su DNI marca 1925.

La celebración comenzó en su propio hogar, donde su familia quiso que este cumpleaños redondo fuera inolvidable, colocando incluso una gran pancarta en la fachada. Una de las mayores sorpresas llegó desde lejos: un hijo viajó desde Irlanda con su familia para acompañarla en este día tan señalado. Durante el fin de semana no faltaron la tarta, la paella, la música, photocall y, sobre todo, el reencuentro entre generaciones que han crecido siempre unidas en torno a ella.
La alcaldesa, Vanesa Martín, acudió el día del cumpleaños a compartir unos momentos con María y con su entorno cercano, invitada por la familia. Muy emocionada y con un ramo de rosas como regalo, la regidora expresó que vivir un momento así había sido “uno de los más especiales de su mandato”, destacando el cariño que se respiraba alrededor de María.

Madre de nueve criaturas, trabajadora en los almacenes y tomateros, como tantas mujeres de su época, y mujer de una enorme dedicación a las personas de su familia, María construyó su vida paso a paso. Durante años recorrió cada día el camino desde Agüimes hasta Ingenio para llevarle la comida a su madre. También fue levantando su propia casa con esfuerzo y constancia, hasta que, con el nacimiento del hijo más pequeño, ya se trasladaron a Ingenio. Desde entonces, los encuentros familiares cada domingo se convirtieron en una tradición. Además de criar a sus nueve hijos e hijas, también ayudó a sacar adelante a varios de sus nietos y fue durante casi ocho años usuaria del Centro de Estancia Diurna de Ingenio, donde dejó una huella de afecto y simpatía. Quienes la rodean la describen como una persona con bastante humor y llena de luz; una luz que aún se refleja en sus ojos cada vez que se ve arropada por tantas personas que la quieren.
Su hija, Dolores Hernández Jiménez, resumió con emoción lo que significa celebrar el siglo de vida de su madre. “Yo agradezco a toda mi familia que esté apoyándome. Llegar con mi madre a los 100 años es para mí un orgullo. Para mí esto es una cosa maravillosa; estoy muy emocionada,” expresaba.
La historia de María refleja cómo el amor de una madre ha ido creando una red familiar sólida a través de generaciones. Su centenario se convierte en un homenaje a su dedicación, a su risa y a su luz.



