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ROMPIENDO TECHOS. (Articulo de Opinión)

Es desconcertante que aún hoy el tema de la igualdad de género en el trabajo continúe siendo un tema controversial. No obstante, es una realidad, ganamos menos que nuestros colegas masculinos. En España la brecha salarial entre hombres y mujeres ocupa el sexto lugar en la Unión Europea y entre otros datos ninguna mujer dirige un organismo público de investigación en España. En términos generales, en la actualidad, en países como el nuestro, existe una gran diferencia entre hombre y mujeres, aunque quieran aparentar una cierta paridad entre ambos sexos. La diferencia entre hombres y mujeres aumenta a medida que vayamos alejándonos de  Europa o Norte América.

En líneas generales y en lo que se refiere a nuestra cultura, las mujeres tenemos que demostrar que sabemos y además tenemos que estar en muchas ocasiones, a la defensiva, para evitar confusiones con nuestros compañeros. Sí eres muy simpática, ¡alerta!, pueden confundirse. Sí eres amable, ¡alerta otra vez!, pueden creer que quieres algo más. Sí eres como eres ¡alerta de nuevo!, se pueden tomar confianzas y zas…, te obligan a cortarlos y ¡sorpresa!, has pasado en unos segundos de ser simpática a ser una imbécil o una borde, entre otros adjetivos que no voy a reproducir por aquí. Por supuesto, no todos los compañeros ni todos los hombres son iguales, pero si es algo más habitual de lo que muchas veces contamos o pensamos. No es mi deseo hacer un artículo feminista lanzando acusaciones sin sentido y sin objetivo alguno. La finalidad del artículo es que las mujeres sepamos que casi todas sufrimos lo mismo, en mayor o menor medida, y que deberíamos ser más condescendientes las unas con las otras, en vez de vernos, como hacemos la mayoría de las veces, como enemigas y rivales. Por supuesto que existen hombres maravillosos y que con mucha empatía conocen de estas discriminaciones y que se unen en nuestra lucha, apoyándonos y entendiendo que ambos sexos somos exactamente iguales. Este artículo no va dirigido a esos hombres maravillosos, sino a los otros, a esos que muchas se creen graciosos o intentar caer en gracia sin conseguirlo, a los que con prepotencia nos humillan o nos infravaloran, a los que, con una vaga y simplona verborrea, nos marean para hacer notar su presunta inteligencia y para aquellos que tienen que maltratarnos para hacer valer su condición de “macho alfa“.

A ver mujer, entre tú y yo, ¿cuántas veces has sonreído hipócritamente por no crear una situación conflictiva a un compañero y que te saluda  con un “hola, guapa, o un hola preciosa, o un cada día estás más buena“, quedándosete una cara de póker y pensando: “¿qué me ha dicho?, me llamo Lucia, idiota, no guapa. ¿Acaso me dirijo yo a ti de esa forma? Sí te saludara diciéndote lo que realmente pienso de ti, a lo mejor no me saludarías. Así que, ¿por qué no me saludas simplemente con un buenos días, o un hola?”. Una situación, que a priori, puede parecer absurda, se convierte en un problema, cuando dejamos que se convierta en algo asiduo.  No es que no nos gusten los piropos. A todos nos gustan que nos piropeen pero cuando estamos en el trabajo, la mayoría de nosotras estamos simplemente trabajando y deseamos que se dirijan a nosotras con la misma educación y profesionalidad con la que nosotras nos dirigimos a los demás. A la mayoría de nosotras no nos gusta que en el trabajo nos halaguen por nuestro físico, sino por nuestra valía como profesionales. De hecho en muchas ocasiones puede hasta ser una ofensa para nosotras. Cierto es, desgraciadamente, que existen mujeres que no opinan lo mismo que yo y propician intencionadamente ciertas situaciones para conseguir ciertos objetivos echando abajo el trabajo de muchas que intentamos la igualdad de sexos. Yo soy abogada, una profesión propia de hombres hasta hace unas pocas décadas. Yo, como alguna compañera con la que he hablado de este tema, he pasado momentos complicados, sobre todo en mis comienzos. Mi camino seguramente no ha sido el mismo que el de algún compañero abogado que tenga mi edad y que haya empezado junto a mí a ejercer la profesión. A nosotras se nos exige más. No solo tenemos que demostrar que somos buenas profesionales sino que además tenemos que defendernos de esos que vienen como gaviotas a los barcos cargados de pescados al puerto.  En ocasiones, la inseguridad se adueña de nosotras mismas, la autoestima decae y se tira la toalla pensando que no se vale para esa profesión, estudios u objetivos. Esto les ha ocurrido a muchas mujeres. Estas situaciones son  muy injustas para una joven que empieza a trabajar con tan solo 24 años (y para aquellas que empiezan aún más jóvenes en el mercado laboral) y para las estudiantes. El otro día leí en la prensa que cada vez se dan más casos de violencia de género entre los adolescentes, hecho que no ayuda en nuestra lucha. Estos datos convierten el asunto en un tema educacional, pareciendo existir algún fallo en el sistema, que suponíamos salvado,  y que seguimos para educar a nuestros hijos.

Lógicamente, la experiencia que adquirimos con la edad nos dan las armas necesarias para saber manejar esas situaciones y reconocer (aunque no se lo digamos) a los mediocres de turno que se creen “los reyes del mambo” y para defender con vehemencia nuestros derechos y nuestra posición en la sociedad. No obstante, nosotras hasta llegar a ese punto parecemos estar obligadas a derramar lágrimas por frustración e impotencia. He de decir que mi profesión, dura en los comienzos, me ha dado la oportunidad de conocer y tener en mi vida a hombres maravillosos, en concreto a tres, magníficos abogados y mejores como personas: a mi pareja, a mi mejor amigo y a mi socio de despacho. Con ello quiero manifestar, lo que anteriormente recalqué, no todos los hombres piensan y tratan a las mujeres como seres inferiores, sino como iguales.

Afortunadamente, nosotras nos abrimos camino, en todos los sentidos, cada vez más. Sin embargo, continúanos enfrentando desventajas claras. Aún siguen existiendo tabúes para las mujeres con respecto a los hombres, siendo estas de mayor o menor identidad según el lugar y cultura del que hablemos. Afortunadamente esto va avanzando a nuestro favor, ya no sólo porque exista más libertad para la mujer y más sentido de la igualdad, sino porque también cada vez nos sentimos más libres y seguras, no importándonos la opinión de los demás. Ya lo decía Madonna hace unas semanas, refiriéndose a su libertad de expresión con respecto a la sexualidad y a otros temas que en principio no estaban permitidos para las mujeres: mientras a mi me criticaban y decían que era el demonio, Prince bailaba con el culo al aire y nadie le decía nada.

Nuestra vida nunca es fácil. Tenemos que estar prácticamente a diario demostrando nuestra valía, que es infinita aunque no lo creamos. Podemos ser madres y tener un trabajo de doce horas. Podemos hundirnos en la intimidad y salir al día siguiente de casa como si fuésemos el ave fénix y sin que nuestra pena o dolor se note. Somos fuertes y valientes. ¿Quién si no una mujer puede pasar el dolor de un parto? ¿Quién si no una mujer puede llorar y reír al mismo tiempo? ¿Quién si no una mujer puede enfrentarse a un mundo que la infravaloró desde un principio?

Sí aquí no es fácil para nosotras, tal y como dije antes, en otros países como Nigeria, aún es considerablemente peor. Nacer mujer en lugares como África o Asia es muy duro y complicado. Nuestras hermanas de allí lo pasan mucho peor que nosotras. En lugares como la India o Nigeria la mujer no es realmente independiente. Una niña es, generalmente, la propiedad de su padre y de su pariente anciano. Cuando se casa, se convierte en propiedad del marido. En Nigeria todavía existen tradiciones como el rito de las viudas, en el que una mujer debe demostrar que no mató a su marido. O la circuncisión femenina, por la que una niña es mutilada. Cierto es que las cosas han mejorado considerablemente en estos países y datos dados por varias ong’s así lo confirman, como por ejemplo que alrededor de dos tercios de los países de las regiones en desarrollo han logrado la equidad de género en la educación primaria o que en Asia meridional las tasas de matriculación son iguales para niños y niñas.

Las cosas van cambiando y mejorando a nuestro favor pero aún queda un camino largo por recorrer para la igualdad plena en todos los ámbitos, culturas y situaciones, Hemos dado pasos de gigante a lo largo de la historia. Hemos sido David frente a Goliat. Debemos creer en nosotras mismas, en nuestras posibilidades y buscar la oportunidad perfecta para el siguiente paso. Juntas, luchando una junto a la otra, conseguiremos algún día la igualdad plena entre el hombre y la mujer. Me emociona ver a una mujer militar, a otra como taxista, a otra conduciendo el metro o el autobús, pilotando un avión o trabajando como albañil. Aunque sus sueldos no son, de forma injusta, equiparables al que percibiría un hombre por el mismo trabajo, es un gran paso haber accedido a ellos. Esas profesiones donde la mujer no tenía cabida por el simple hecho de ser mujer están siendo cada vez más nuestras y con el tiempo equipararemos los sueldos de unos y otros. Así, también, debemos recordar que el 85  por ciento de la población universitaria es femenina y que países, como Islandia, salieron los primeros de la crisis económica gracias a la buena gestión de las mujeres. Así qué quién puede dudar a estas alturas de nosotras.

En conclusión, no dejemos que nadie nos haga sentir menos, no dejemos que nos digan que debemos hacer o cómo hacerlo,  no dejemos que nos apaguen la voz,  no dejemos que nadie nos oprima, que nos esconda, nos maltraten o que nos utilicen, seamos la voz de la libertad, de la vida, la lucha y de la igualdad, y sobre todas las cosas que de una vez por toda se reconozca y reconozcamos nosotras mismas que hombres y mujeres somos iguales. Pongámonos el mundo por montera y salgamos a gritar, correr, luchar y vivir con libertad, tal como hicieron en su día, mujeres valientes como Clara Campoamor (Política y Defensora de los Derechos de la Mujer), Vicenta Arnal Yarza (Primera Doctora en Ciencias Químicas), Aletta Jacobs (Doctora en Medicina yu activista por los Derechos de la Mujer y Sufragio Femenino), Federica Montseny (Primera Ministra en la historia de España durante la II República), Irene Némirovsky (Novelista deportada a Auschwitz donde murió por el tifus. Su marido fue asesinado en la cámara de gas por luchar al luchar por la libertad de su esposa), Sarmiza Bilcescu (primera abogada de la historia), Madeeha Al Bermani (Activista por los derechos de la mujer en Irak), Linda Khalifeh (profesora de artes marciales en Jordania), Mazoun Almelleham (luchadora por los Derechos de las Niñas en Siria) y un sinfín de nombres de mujeres conocidas y anónimas que cada día salen a la calle a luchar por nuestros derechos.

Y como sabéis, en ocasiones me gusta terminar o empezar con alguna canción o frase célebre. En esta ocasión, mientras escribía, me venía una y otra vez la letra de una canción muy conocida de Bebe. Desde mi interior y con toda la humildad les dedico la siguiente letra de la canción “Ella”, que, al mismo tiempo les recomiendo escuchar cuando estén en momentos difíciles y duros:

Hoy vas a ser la mujer que te dé la gana de ser. Hoy te vas a querer como nadie te ha sabio querer. Hoy vas a mirar pa’ lante que pa’ atrás ya te dolió bastante. Una mujer valiente, una mujer sonriente. Mira como pasa. Hoy nació la mujer perfecta que esperaban. Ha roto sin pudores las reglas marcadas. Hoy ha calzado tacones para hacer sonar sus pasos. Hoy sabe que su vida nunca más será un fracaso. Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti. Que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño. Hoy vas conquistar el cielo sin mirar lo alto que queda del suelo. Hoy vas a ser feliz aunque el invierno sea frio y sea largo, y sea largo.
Hoy vas a conseguir reírte hasta de ti y ver que lo has logrado
“.

Para vosotras, PARA NOSOTRAS, rompamos todos los techos.

Mª Vanessa Ramírez Rodríguez, abogada.

2 comentarios en “ROMPIENDO TECHOS. (Articulo de Opinión)”

  1. Vanessa, se me han puesto los pelos de punta leyendo este artículo.
    Aún así, hay cosas con las que puedo discrepar. En los informes sobre los salarios hay cosas que no me creo. En la Administración pública sabemos que son completamente iguales. En el ámbito privado, no me creo que se pague de una forma diferente por el mismo trabajo y antigüedad en el mismo.
    En Radio Faro abrimos un debate sobre este tema y ninguna mujer reconoció diferencias salariales.
    Yo siempre he defendido la total igualdad entre el hombre y la mujer, en definitiva, entre personas.
    Pero reconozco que a veces tengo actuaciones que podrian considerarse machistas, sin que yo sea consciente de ello.
    Por ejemplo:
    Por mi educación, tengo 58 años, me han enseñado a ceder siempre el paso a una mujer y a ceder el asiento.
    Si viene una mujer sola y en un grupo tomamos algo, no dejo que pague.
    Para saludar a una mujer suelo dar un beso, a un hombre, siempre la mano.
    Cuando una mujer se hace un cambio de “look”, suelo decir: que bien te queda, a tu compañero de despacho nunca se lo diría…
    Tienes toda la razón, nunca es tarde para aprender y con tu articulo de hoy aprenderéa correguir tratar diferente a una mujer que a un hombre.
    Y por supuesto, creo en la total igualdad y siempre (me conozco) apoyaré el que así sea.
    Guarda tus artículos, son impresionantes y merecen “un libro”.
    No cambies y siempre “se fiel a tus principios”.

    1. Querido Diego. En primer lugar agradecer tu comentario y muchas gracias por el ánimo que me transmites en él. Centrándonos en el grueso del artículo creo que hemos de distinguir la caballerosidad de actos machistas. Leído tu comentario, creo que existen grandes diferencias entre los actos propios de cortesía y los actos que vulneran la autoestima de una mujer o atacan los derechos de igualdad entre hombres y mujeres. Lógicamente no me refiero a esas actitudes que describes. A las mujeres, en general, nos halagan los actos, piropos y actitudes, que con respeto y educación nos expresen. Reitero mi gratitud por tus palabras.

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