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La primera cruz enramada del Poblado de San Fernando florece con la unión vecinal

La cruz, adornada con flores y detalles artesanales, es el símbolo vecinal del Poblado.
El Poblado de San Fernando de Maspalomas, donde cada calle es una estampa viva del recuerdo, la historia floreció este año en forma de cruz. Una cruz enramada por primera vez por sus propios vecinos, como acto de fe, tradición y, sobre todo, de vecindad.
No fue una idea institucional ni un encargo oficial: surgió en una conversación sencilla entre vecinas —Olga, Mari Carmen, Nemesia y tantas otras— mientras recordaban la costumbre del 3 de mayo de adornar las cruces en las casas. “¿Y si enramamos una cruz grande, para San Fernando?”, se dijeron.
Lo que parecía imposible en tan poco tiempo se convirtió en una realidad tangible. Con generosidad, cada vecino aportó lo que pudo —diez euros, herramientas, tiempo— y con ese gesto colectivo nació una cruz de más de dos metros de altura.
Una estructura hecha de hierro, piedra y flores, pero sobre todo de cariño y arraigo. La cruz fue instalada donde antes estuvo la antigua iglesia del poblado, un espacio cargado de memoria. Allí, como contaron Ana, María del Carmen, y otras vecinas emocionadas, fueron bautizadas, se casaron, recibieron la primera comunión, y vieron a sus hijos crecer. “Este era nuestro recreo, nuestra iglesia, nuestra escuela, nuestra vida”, decían mientras recordaban las comedias de Navidad dirigidas por Pedro Franco o la guardería improvisada en una caseta de madera donde se llegaron a cuidar 72 niños.
La cruz no es solo una pieza decorativa; es un símbolo de pertenencia, de resistencia, de identidad. “Este será el punto de arranque para que cada año, en las fiestas de San Fernando, tengamos nuestra cruz enramada”, dijo Mari Carmen, quien coordinó con ilusión todo el proceso, hasta contactar con el párroco para que, si era posible, la bendijera. Los testimonios recogidos hablan de un vecindario que se niega a olvidar de dónde viene.
Desde la panadería de antaño hasta la tienda de aceite y vinagre, pasando por la iglesia de infancia y el cine de plancha, todo sigue latiendo en la memoria colectiva de este barrio que fue, y quiere seguir siendo, familia. En un tiempo donde lo común muchas veces se disuelve en la prisa y el olvido, el Poblado de San Fernando nos ha regalado una lección de identidad.
La cruz enramada no es una novedad estética; es la raíz de un pueblo que se recuerda a sí mismo y que borda con flores su propia historia. Este año, el Poblado de San Fernando enramó su primera cruz. Y con ella, enramó también el alma de su pueblo.

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