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Papa Lima 24: Un guionista con galones, España 0.

E n pleno Carnaval de 2025, mientras la plantilla de la Policía Local de San Bartolomé de Tirajana sudaba tinta entre verbenas, cabalgatas y multitudes, en el Palacio de Congresos de Maspalomas se celebraba otro tipo de despliegue: el estreno de gala del documental Papa Lima 24, producido con dinero público, a razón de más de 15.000 euros —eso sin contar el enyesque de después, claro—. No acudieron ni el alcalde ni el primer teniente de alcalde, lo que en otro contexto sería un desaire, pero aquí parece que más bien fue una declaración de principios.

El documental, que según sus propios créditos fue escrito por Isidro Armas — el España Cero salvo que exista otro—, se presenta como un homenaje audiovisual a la labor de la Policía Local durante el Carnaval, uno de los dispositivos de seguridad más complejos del municipio. Pero en la práctica, Papa Lima 24 es algo muy distinto: una obra de autoensalzamiento institucional con estética de vídeo corporativo, banda sonora épica y muchas, muchísimas tomas de dron y un batiburrillo de escenas que no tienen conexión entre sí.

Y es que el comisario–guionista, o el guionista–comisario (según se mire), decidió que era el momento de dejar testimonio audiovisual de su visión de la Policía Local para la prosperidad. Una visión donde no aparecen los mandos que realmente coordinan los operativos, pero sí los tres oficiales que, casualmente, están en disputa por dos plazas de subinspector, los mismos que —también casualmente— llevan dos años siendo premiados con una visibilidad institucional digna de influencer municipal.

En los 45 minutos de metraje no faltan escenas épicas: bomberos rescatando en “altas montañas tirajaneras”, un agente conduciendo un quad por las dunas, y otro hablando del trabajo de la unidad de playas… una unidad que no existía desde hacía más de dos años, como bien sabía el concejal de Seguridad, José Carlos Álamo, que no se sonrojo en el pleno municipal asegurando lo contrario. Pero claro, había que justificar la escena. Lo más grotesco: los quads, comprados con presupuesto público, solo se han utilizado para la cabalgata de Carnaval y para rodar el documental. Operativa de escaparate, no de servicio.

Y en medio de todo este relato audiovisual, emerge el protagonista oculto —pero omnipresente—: “España Cero”, nombre en clave del comisario, que, aunque no aparece como narrador, está en cada plano, cada selección de imagen y cada énfasis simbólico. Como buen guionista, se reserva el control del relato y del reparto. ¿El resultado? Un vídeo donde la palabra “colectivo” queda reducida a fondo de pantalla, mientras el foco se dirige a los mismos de siempre.

Incluso se permitió el lujo de incluir declaraciones en alemán e inglés, en un intento algo forzado de demostrar que la Policía Local también domina idiomas. Y sí, los idiomas se hablan, pero sobre todo los agentes de a pie, no necesariamente los elegidos para salir en cámara. Más que reflejar una operativa real, parecía un recurso para maquillar el metraje con un aire internacional estilo Netflix low cost, muy lejos de la realidad cotidiana del servicio policial.

El documental se estrenó a lo grande, invitando a toda la plantilla —aunque no acudió ni el 20 %— y otros invitados selectos, con proyección cuidada y posterior picoteo, como corresponde a una superproducción audiovisual que en realidad fue guardada en un cajón durante tres meses antes de ser publicada en YouTube. Cuando finalmente se hizo pública, no ha llegado ni a 300 visualizaciones en este mes y medio. Una audiencia de éxito sin precedentes…. En Corea del Norte.

Los pocos que han visto este “documental”, con la confianza de hablar sin micro, lo definieron como “un tostón”. Pero claro, al comisario había que decirle que era “maravillosa”, para que no se enojara.

Y así, el comisario cumplió su sueño de unir sus dos pasiones: la dirección operativa y la dirección de arte. Él mismo —quien cursó sus estudios como Policía Nacional en la Escuela de Ávila— ha hecho de ese pasado una marca personal. Primero fue el viaje institucional con chuletón incluido, luego el documental con guion propio. Todo muy marcial, muy ordenado, muy uniforme… pero también muy autorreferencial.

Lo grave no es que alguien con vocación literaria se lance a escribir un documental. Lo verdaderamente preocupante es que se utilice dinero público para ensalzar a unos pocos elegidos y silenciar el esfuerzo colectivo del resto. Que se presente como “documental institucional” lo que en realidad no es más que una postal cuidadosamente manipulada de unos carnavales que, año tras año, dependen del compromiso de toda una plantilla profesional. Una plantilla que, por cierto, ni aparece ni se menciona, como si no existiera… salvo para cargar con el operativo. Porque sí, hablamos de toda una plantilla ninguneada sistemáticamente por España Cero, aunque sin ella el Carnaval no saldría adelante ni con cien drones y una banda sonora épica.

Y, sin embargo, lo más revelador no fue lo que se dijo, sino lo que no se dijo. Ni rastro de los subinspectores que realmente coordinaron el operativo del Carnaval 2024, donde se grabaron las escenas, ni un segundo de reconocimiento a mandos y agentes de calle que hacen posible lo imposible sin luces ni cámaras. Solo aparecen los oficiales elegidos por el guionista. El resto al ostracismo, como el día a día en la policía. Y los elegidos, como en cualquier casting, dijeron lo que el guion marcaba.

Todo orquestado bajo la sombra omnipresente de “España Cero”, el alias radiofónico del comisario, que, aunque no aparece como narrador, es el verdadero protagonista de la pieza. Un metraje pensado no solo para “documentar”, sino para posicionar. Porque en un momento donde se está impulsando la creación de una plaza de comisario principal, una figura de perfil mediático y proyección pública no viene nada mal. Y si hay que poner algo de épica en YouTube para ello, pues se pone.

Claro que la plaza no ha surgido de un análisis técnico o de necesidad organizativa, como dijimos hace unas semanas. Ha sido —según muchos ya comentan— una propuesta cocinada desde el sindicato que antaño fue afín al PSOE y hoy hace de muleta de AVPP, con nuevos rostros y viejas tácticas. El documental, entonces, ya no parece un homenaje, sino un episodio más de la campaña de visibilidad del comisario–guionista, cuidadosamente producido, montado y regado con fondos públicos.

Y así, entre música instrumental, planos cenitales, uniformes relucientes y discursos de autoayuda, se esfuma un nuevo ejemplo de cómo se puede utilizar el dinero público para construir narrativas personales, mientras se oculta lo verdaderamente colectivo.

Lo triste no es que el comisario escriba guiones. Lo grave es que los paguemos todos para que se retrate solo él. Ni los mandos que organizan, ni los agentes que doblan turnos, ni los policías que se parten la cara en cada intervención aparecen en esta historia. Solo los que el guionista quería. Solo los que interesaban. Solo los que brillan con luz prestada.

¿Habrá segunda parte? ¿Papa Lima 25: el ascenso del elegido? ¿Una trilogía con título final: España Cero, el retorno del bastón de mando?
No lo sabemos. Lo único seguro es que, si hay estreno, el picoteo no faltará.

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