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Momo Brito: “No son accidentes, son siniestros que podemos evitar si nos protegemos educando”

En su espacio quincenal en El Batiburrillo de Radio Faro, Momo Brito deja a un lado el humor para seguir con su proyecto vital de “protegernos educando” y centrarse en la prevención de incendios y siniestros en el hogar, especialmente en estas fechas de más salidas, comidas y copas, donde tendemos a bajar la guardia. Su idea clave es clara: la casa, el coche o el ordenador se pueden recuperar; la vida, no. Por eso insiste en “anclar” los mensajes en la parte emocional, que el oyente sienta de verdad que el precio de un descuido puede ser la vida humana.

Repasa los fuegos eléctricos y los descuidos cotidianos: instalaciones en mal estado, agua y electricidad mezclados, regletas sobrecargadas, mangos de sartenes hacia fuera, juguetes en las escaleras o la plancha encendida sobre la ropa. Si se produce un pequeño fuego en el cuadro eléctrico, recuerda que nunca se debe usar agua, sino extintores adecuados, preferiblemente de CO₂, fácilmente adquiribles por cualquier ciudadano y obligatorios en comunidades de vecinos. Avisa también sobre móviles y patinetes eléctricos: nada de cargarlos en sofás o camas, mejor en superficies seguras y, en el caso de patinetes, fuera de casa o al menos con mantas ignífugas.

En cuanto al gas butano, explica por qué huele tan mal (por el aditivo que permite detectarlo) y qué hacer si al entrar en casa notamos olor a gas: no encender luces ni móviles, no accionar interruptores, localizar la fuga si es posible, cerrar la llave y ventilar abriendo puertas y ventanas. Desmonta mitos sobre la “explosión” de la bombona y recuerda que el peligro real está en la bolsa de gas acumulada y en cualquier chispa que pueda actuar como detonante. Aprovecha para explicar de forma pedagógica el 112: se eligió porque los niños pequeños no entienden “ciento doce”, pero sí pueden recordar “1-1-2-e”, y ya hay casos de menores que han salvado a sus familias usando ese recurso de memoria.

Momo baja luego a la cocina, origen de muchos incendios. Si prende fuego una sartén con aceite, subraya que jamás hay que echar agua. La mejor opción es tapar con una tapa de caldero que cubra bien la sartén para asfixiar el fuego, apagar la fuente de calor y dejar que se enfríe antes de destapar, porque si entra oxígeno, la llama vuelve. También se puede usar un paño ligeramente humedecido, pero siempre teniendo en cuenta el estado de nervios de la persona y el riesgo de que se queme el trapo si está seco. Si el fuego ya no se puede controlar, la clave es cerrar la puerta de la cocina o de la habitación afectada: confinar el fuego, cortar el oxígeno, salir de la vivienda y llamar al 1-1-2.

El bombero insiste en que el gran enemigo en los incendios es el humo, responsable de más del 90% de las muertes. Explica que es una mezcla de gases tóxicos, irritantes y asfixiantes, que puede alcanzar entre 300 y 500 grados, se desplaza fácilmente, reduce la visibilidad y puede incluso iniciar otros focos al calentar materiales en habitaciones diferentes. Los materiales actuales —muebles “tipo Ikea”, plásticos, tejidos sintéticos— al ser derivados del petróleo, arden muchísimo más rápido que los de antes: un experimento comparó dos habitaciones, una con muebles antiguos y otra con modernos; la primera tardó 29 minutos en entrar en combustión general, la segunda apenas 3 minutos y 40 segundos, una diferencia que puede marcar la vida o la muerte.

También alerta sobre las rejas en ventanas: recuerda un caso en Guillena (Sevilla) donde una familia murió atrapada porque las rejas no tenían cerradura interior, y el fuego —originado en un patinete eléctrico— convirtió la vivienda en una trampa mortal. El problema, dice, no es la reja en sí, sino la falta de divulgación sobre qué hacer en un incendio y la ausencia de medidas simples como una cerradura accesible y una llave localizada. Frente a eso, muestra un recurso barato y eficaz: el detector de humo doméstico, un pequeño aparato de entre 10 y 15 euros que funciona con una pila de 9V, que se coloca en pasillos y zonas de paso y que salta incluso con el humo del tabaco. Su mensaje es contundente: un detector de humo es un detalle sencillo que salva vidas.

En la parte final, Momo diferencia entre poder salir o no poder salir de la vivienda en caso de incendio. Si no se puede salir, recomienda buscar una habitación lo más alejada posible del fuego, cerrar bien la puerta, incluso sellar la parte baja con ropa si es posible, y asomarse a una ventana para pedir ayuda. El error más común por desconocimiento es irse a la ventana dejando la puerta abierta, generando una corriente de aire que arrastra el humo caliente hacia la persona hasta obligarla a saltar. Por eso insiste una y otra vez en el gesto clave: cerrar la puerta. Cierra el espacio anunciando que seguirá en próximos programas con la diferencia entre “accidente de tráfico” y “siniestro vial”, conceptos que para él no son lo mismo, porque detrás de cada siniestro suele haber margen de prevención. Y resume su misión con una frase que atraviesa toda la sección: “Nos tenemos que morir, sí, pero que no sea por estas cosas; no por una imprudencia que podemos evitar con información y sentido común”.

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