Skip to main content

100 días, 100 años. ¿Y ahora?

Han pasado casi 100 días desde que el dichoso virus ha hecho estragos en el mundo. ¿Quién es responsable de sus consecuencias? ¿Gobiernos o sociedad? En parte y parte. Gobiernos por no estar a la altura de las circunstancias y sociedades, básicamente, por las mismas razones. Ahora bien, estamos en el siglo 21, año 2020. Ha llovido mucho y han cambiado demasiado las cosas desde entonces, en diferentes sentidos y con respecto a la mal llamada “gripe española”, principalmente porque esa pandemia no se originó en España (hace 100 años).

En definitiva, la civilización, sociedad, tecnología e industria han avanzado, o al menos eso parece. Lo cual quiere decir que una pandemia, hoy en día, puede ser muy virulenta, contagiosa y mortífera, pero solo si no se toman serias cartas en el asunto.

Actualmente contamos con infinidad de medios para atajar algo de este calibre y, sobre todo, con capacidades resolutivas. En estos 100 días de paralización global, ¿a qué gobierno se le ha ocurrido dar soluciones eficaces y que no solamente se basen en el “encerramiento social”? Siempre puede haber un plan B, C o D.

Todo se puede sobrellevar y resolver mediante otras alternativas. No solo sacrificar la movilidad de la gente, la economía de un país, las libertades y el emprendimiento de todos. Lo que está claro es que ningún individuo es culpable del virus en discordia, aunque sí responsable de sus actos y del protocolo sanitario, al igual que ético, para superarlo.

No obstante, hay que insistir en replantear la cuestión: ¿Qué soluciones concretas han dado los gobiernos durante este tiempo en el que la sociedad ha sido la mayormente afectada? ¿Han abierto o habilitado un hospital por cada millón de habitantes? No solo por esta pandemia sino por las que puedan sobrevenir. No hay que considerarlo una idea alocada ni descabellada, aunque cada quien puede opinar lo que desee.

No es difícil pensar e invertir en esta opción. Reestructurar un hospital especializado en virología y pandemias, en cada provincia o sector con una sustanciosa población, no es una idea tan atrevida. Por supuesto, también ha habido tiempo para dotar a suficiente personal sanitario en este sentido, creando nuevos puestos de trabajo, pudiendo evitar su colapso y el de las infraestructuras hospitalarias destinadas a otros fines.

Por otro lado, igualmente se puede informar a la población con conocimientos básicos acerca de pandemias y modos de actuación. No es necesario crear incertidumbres, miedos generalizados ni aluviones de teorías que suscitan la decadencia psicológica en la gente. Con información veraz y concreta, atención y cuidados ante eventos como este, se puede continuar viviendo con normalidad.

La medida de meter a todo el mundo en una especie de “castigo indirecto”, bajo un confinamiento y a expensas de unas autoridades políticas, es muy fácil para quienes así lo exigen. La gente debe seguir adelante, debe ser libre, debe vivir. Por supuesto, hay cuestiones que ameritan ciertas prescripciones, responsabilidades y medidas, pero no es permisible ni concebible paralizar al mundo (por tiempo indefinido) en un asunto que cuenta con numerosas vías para sus soluciones.

Se pueden aportar más datos, más posibles alternativas, sin embargo, con esto basta para empezar a poner enmiendas o, al menos, pensar en ellas sin recurrir al recurso del “encierro” que, después de 100 días y 100 años, apunta a evidenciar no haberse avanzado o aprendido de su lectura histórica ni de sus lecciones para un auténtico progreso.

 

David Valentín Torres

Escritor e investigador

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »