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Sobre la censura política a un concierto

Cada 1 de enero, al caer la tarde,  mientras disfrutábamos cómo se ocultaba el sol detrás de la figura del faro de Maspalomas,  comenzábamos nuestro concierto de Año Nuevo en el Mirador de las Dunas, en Gran Canaria. Ha sido este un evento muy singular que ideamos, creamos y pusimos en marcha en el año 2017 con no poca ilusión y esfuerzo; empujados por el interés en proyectar una actividad musical, en un paraje singular de nuestra geografía, que conectara con la realidad turística de parte de nuestra isla, muchas veces desconocedora de la realidad cultural que se hace en ella.

 

Tuvo un inmediato éxito, desde la primera edición; asistía público de toda la isla y también muchos turistas con estadía en la zona. Obviamente a ello contribuyó la cercanía con el público a propósito de la sencilla propuesta escénica que planteamos al querer integrarnos – e integrar a los asistentes, sin agobios de innecesarias infraestructuras escénicas – en la singular propuesta arquitectónica del Mirador. Con una artesanía de medios que cuidaba la presencia de las Dunas y su entorno, lo extraordinario del espacio natural, la maravilla climática del sur grancanario y el día y la hora en el que se desarrollaba hicieron el resto.

 

Pero este año no será así: durante los últimos cuatro meses hemos intentado contactar por diversos medios con la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana para activar su colaboración en la cita anual, obteniendo el silencio como respuesta. Ya en la convocatoria pasada comenzaron a surgir tensiones con la concejala responsable de dicha área en ese municipio, Elena Espino, perteneciente al partido político Nueva Canarias; nos consta que fueron problemas – tras recibir dicha concejal instrucciones desde el entorno de la cúpula de su partido en GC, según comentó ella misma a nuestro representante en su momento-, derivados de nuestro conocido compromiso público con la Plataforma ciudadana Salvar Chira-Soria.

 

Semanas después, dándose cuenta de que las razones reales de su posible suspensión eran muy incómodas de defender públicamente, sería ella misma la que cambiara de argumentos y aduciría que el problema era de presupuesto; nuestra respuesta fue que conseguiríamos financiarlo en su totalidad -como así sucedió, al quedarse la munícipe sin  argumentos de cierta respetabilidad, sin que el Ayuntamiento de San Bartolomé nos tuviera que dar ni un solo euro para ello-, de tal manera que dicha concejala se vio obligada a colaborar en su celebración. Igualmente, este año habíamos conseguido ya financiación pública y privada externa al municipio donde se celebra.

 

Finalmente, de forma indirecta, hemos sabido que por parte de esa referida concejalía de ese consistorio se está organizando un concierto el día 1 de enero, en el mismo lugar y a la misma hora;  obviamente no seremos nosotros, quienes ideamos y gestamos el mismo,  los que actuaremos allí. Aparte de la falta de respeto ante el derecho moral que nos asiste (entiéndase que no en lo referido a ser contratados sino a ser propietarios de una idea y un concepto de producción que utiliza un espacio público para su celebración; por consiguiente, es obligada una explicación oficial ante la negativa a cedernos esa plaza pública) queda meridianamente claro que el objetivo fue desde el principio de los problemas quitarnos de en medio.

 

Hemos de añadir que a largo de más de tres décadas de carrera profesional casi nunca habíamos sufrido una censura de este tipo sobre nuestra actividad artística; bien es verdad que las ha habido previas y más sibilinamente urdidas. Pero jamás, hasta ahora, se habían expresado de forma tan directa, en el intento de atemorizarnos y hacer daño a nuestro medio de vida y al de nuestros músicos. Es un ejemplo muy típico de lo que se ha dado en llamar la cancelación social: se utiliza así el poder de una institución pública de forma partidista para ejercer una injusta coacción sobre nuestro derecho como ciudadanos a expresarnos de forma libre y democrática en torno a un asunto – la anunciada construcción de una mega central en un barranco de nuestra isla – que debería preocupar a todos los grancanarios por sus nocivos efectos sobre los reconocidos valores medioambientales de ese singular paraje.

 

Y es que algo muy grave está pasando en esta sociedad nuestra, que asume con normalidad conductas – de responsables en las instituciones públicas- que persiguen a quien sea disidente de lo establecido como políticamente correcto. Sobra decir que es muy desagradable dar a conocer públicamente estos hechos; lo hacemos obligados por dar a conocer las razones reales de esta cancelación al público que durante estos años nos ha acompañado en ese evento.

 

Mientras tanto queremos hacer llegar nuestro sincero agradecimiento, por su complicidad para con la celebración de ese encuentro anual a la sombra de las Dunas, al anterior grupo gobernante del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, a los funcionarios y técnicos de ese ayuntamiento implicados en la celebración del concierto durante estos años, a las instituciones y empresas privadas colaboradoras y al numeroso público, local y extranjero, que han celebrado con nosotros cada primer día del año que comienza.

 

Ya estamos trabajando para poder ubicar el acto en otro lugar de Gran Canaria y en breve lo anunciaremos, para que todos los amigos y amigas que nos han acompañado año tras año puedan compartirlo con nosotros si les apetece. Porque estamos seguros que la música y la cultura, finalmente, sobrevolarán todas las adversidades.

 

 

Olga Cerpa, Manuel González y Antonio Montesdeoca (Mestisay)

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