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“Filosofía, política y Robe Iniesta: cuando pensar molesta más que gobernar, con Yair Rodríguez en Radio Faro

En su espacio “El dedo en la llaga” en Radio Faro, Yair Rodríguez abre la sección pidiendo sonar “Jesucristo García” de Extremoduro para rendir homenaje a Robe Iniesta, fallecido el 10 de diciembre a los 63 años, y usar sus letras como hilo conductor para hablar de un tema de fondo: la relación entre filosofía y política, y por qué pensar el mundo molesta tanto a los poderosos.

Yair arranca con una provocación calculada: “la filosofía no sirve para nada y, precisamente por eso, es totalmente imprescindible”. Explica que la política actúa, firma decretos, reparte presupuestos, decide quién entra y quién queda fuera; mientras la filosofía no manda a la policía ni paga pensiones, pero observa, critica y pregunta: qué entendemos por justicia cuando repartimos subvenciones, qué es una vida digna cuando hacemos leyes de empleo o vivienda, qué significa progreso, seguridad o libertad y, sobre todo, “¿para quién?”. Frente al corto plazo de los partidos, la filosofía trabaja con el “siempre” y hace de brújula y faro de la política, aunque no se vea.

A partir de ahí, dialoga con Nery sobre si los políticos tienen tiempo o voluntad real para hacerse estas preguntas. Ella sostiene que, si se las hicieran de verdad, el mundo sería muy distinto; Yair, en cambio, recuerda que la filosofía nunca “actúa” directamente, pero sin ese cuestionamiento previo no habría cambios profundos. Entra entonces en el papel de la filosofía en las grandes conquistas sociales: derechos humanos, igualdad jurídica, abolición de la esclavitud, feminismo, ecologismo, crítica al capitalismo… Nada de eso salió de una hoja de Excel ni de un ministerio, sino de gente pensando, escribiendo, discutiendo muchas veces desde la marginación, la cárcel o el exilio.

Usa el ejemplo del marxismo para explicar cómo la filosofía nos recuerda lo que el capitalismo hace invisible: detrás de cada producto hay un cuerpo, unas manos, unas condiciones laborales que no vemos cuando miramos solo la etiqueta de la camisa o del yogur. Denuncia la desconexión humana que genera este sistema, y cómo esa ansiedad se compensa con consumo sin freno, centros comerciales saturados, mil variedades del mismo producto y marketing que nos empuja a creer que “más oferta” siempre es mejor, cuando a menudo solo genera desconfianza, cansancio y vacío.

El diálogo deriva también hacia el papel de los medios de comunicación. Yair insiste en que vivir de comunicar es un privilegio y que el periodismo debe hacerse con ética y vocación, porque mucha gente que está trabajando todo el día –en la construcción, limpiando habitaciones, en un bar– no tiene tiempo ni herramientas para contrastar fuentes, y confía en que los comunicadores hagan ese trabajo con seriedad. Critica el espectáculo de los políticos pegados al móvil en plenos y parlamentos mientras se debaten cuestiones importantes, al tiempo que se culpabiliza a los jóvenes y se demoniza el móvil solo en manos del alumnado.

Otro bloque fuerte de la sección es la reflexión sobre la crisis democrática y el desgaste de los partidos. Yair denuncia que muchas formaciones ya no atienden a la ciudadanía, sino a los intereses de bancos y grandes empresas que financian sus estructuras, y que por eso se gobierna pensando en el BBVA o en inversores en Panamá o Venezuela, no en el vecino que madruga. Con la vista puesta en 2026, habla del ruido interesado alrededor de la corrupción, de casos como Kitchen y del posible adelanto electoral: “veo mucho ruido y poco movimiento real”, resume.

Desde ahí, conecta de nuevo con la teoría política y la filosofía: habla del mito de la caverna de Platón, de la “gente normal” que vive mirando una pantalla (hoy, literalmente) sin preguntarse qué hay detrás, y del filósofo como raro, loco o valiente que se atreve a cuestionar la normalidad impuesta, a preguntar “¿crecer para qué y a costa de quién?”. Nery aporta ejemplos cotidianos –la idealización de la naturaleza hasta que canta el gallo a las cinco de la mañana, las quejas en casas rurales, el uso abusivo del móvil– para aterrizar estas ideas en la vida diaria.

Yair defiende que la filosofía debe ser mundana, de calle, presente en los medios, y recuerda que ya se intentó eliminarla de los currículos educativos –señalando directamente al Partido Popular– y que, si se cumplen ciertas encuestas, podría volver a desaparecer porque “no interesa que la gente piense y cuestione”. Nery coincide: bajo su punto de vista, la filosofía es más necesaria que nunca, incluso “por encima de la política”, porque sin esa capacidad de crítica y pensamiento propio la ciudadanía es más manipulable.

En la parte final, Yair lanza una batería de reflexiones rápidas:

¿Es más peligroso un político que solo obedece encuestas que uno con base filosófica?

¿Somos conscientes de que ya vivimos dentro de una filosofía del mercado, aunque no la llamemos así?

¿Es más peligroso vivir sin filosofía explícita, sin que nadie se dé cuenta, que con una filosofía clara y debatida?

Habla de Marx y de cómo se han desvirtuado figuras como la suya o la del Che Guevara, convertido en camiseta incluso por personas a las que habría perseguido, como ejemplo de cómo el sistema neutraliza y mercantiliza símbolos críticos.

El cierre vuelve a Robe Iniesta: Yair recuerda que Robe no fue diputado ni ministro, pero hoy se le despide como a un referente moral y cultural, porque sus letras cambiaron la forma de mirar la vida, el amor, la frustración y la injusticia social. Eso, dice, es profundamente filosófico. Recuerda también que a lo largo de la historia se ha quemado a personas por decir que la Tierra era redonda o por luchar por los derechos de las mujeres, y enlaza esa persecución del conocimiento con la frase final de “Jesucristo García”.

Antes de despedirse, Yair lanza un mensaje claro:
La política actúa sobre los márgenes, pero la filosofía nos recuerda que esos márgenes tienen nombre y rostro, y que sin pensamiento crítico no hay democracia real. Termina con su frase de siempre:
“Un canario no se rinde, un canario se levanta, se sacude y sigue bregando”,

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