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La ancestral herencia del tambor gomero centra la conferencia que imparte en el Teatro Cuyás el etnomusicólogo tinerfeño Ángel López

  • La Sala Josefina de la Torre acoge, el día 16 de febrero, a las 17:00 horas, la charla titulada ‘Tambor gomero y oralidad. Diálogo con los herederos’

La Sala Josefina de la Torre del Teatro Cuyás acoge el día 16 de febrero, a las 17:00 horas, la charla titulada ‘Tambor gomero y oralidad. Diálogo con los herederos’, que impartirá el etnomusicólogo, músico y profesor de Enseñanza Secundaria tinerfeño, José Ángel López Viera, uno de los máximos conocedores del baile del tambor gomero. El acto, organizado por la Fundación Canaria Nanino Díaz Cutillas (entidad gestionada por la Consejería de Cultura del Cabildo grancanario) en colaboración con la Federación Regional de Asociaciones de Folclore y Tradiciones de Canarias 8 Islas, contempla también la posibilidad de asistir a una muestra de baile del tambor gomero con el joven romancero y verseador, Eduardo Duque, que se celebrará tras dicha charla, a las 19:30 horas.

En el año 2003 López Viera publicó ‘Tambor Gomero y oralidad. Diálogo con los herederos’, uno de los trabajos etnomusicológicos más importantes del conjunto del Archipiélago y referencia para el estudio de este testimonio coreo-musical propio de la isla de La Gomera. En este trabajo, el autor se adentra en aspectos de la historia y el desarrollo socio-cultural de la sociedad de la citada isla, que ha dado origen a una cultura musical con ciertos rasgos identificativos netamente insulares, tanto por el sonido resultante que presenta, como por sus significados y dimensión colectiva que atesora.

Según explica el etnomusicólogo, “la tradición oral en La Gomera, ha propiciado durante generaciones la transmisión estable de conductas nacidas de un intenso proceso de transformación cultural, creado a partir del contacto entre grupos humanos de distinta procedencia, incluida la población prehispánica, que coincidieron en la Isla desde el siglo XV, desarrollando una cultura fuertemente determinada por la orografía y la estructura social derivada del sistema señorial. Entonces el Baile del Tambor resulta ser parte indisociable de un imaginario colectivo construido en el contexto de la montaña gomera y vinculado a una forma de vida inherente a la oralidad isleña”.

José Ángel López define esta manifestación como “un sistema coreo-musical y poético complejo, debido en parte a su estructura rítmica y melódica, muy difícil de reproducir, pero también por el sentido multifuncional que le otorgó la población gomera a lo largo de muchas generaciones que ha sido empleado en todos los momentos del ciclo vital y anual del gomero. Musicalmente, el baile del tambor emplea un mecanismo responsorial, de llamada y respuesta en el canto, que funciona como un prolongador del tiempo, lo que hace posible tocar y cantar muchas horas seguidas sin que exista un final preciso. Con el toque de los tambores y las chácaras se establece un proceso rítmico muy intenso en el que los participantes alcanzan un estado físico y psíquico muy particular. Pensemos que hasta la segunda mitad del siglo XX el baile del tambor se concibió como un proceso de dilatación temporal. Y parece ser que esta idea colectiva existió como una necesidad vinculada al mundo material y espiritual del contexto de la montaña gomera”.

El músico y profesor comenzó este proyecto alrededor del tambor gomero en 1989 realizando las primeras entrevistas y grabaciones de campo -audio y vídeo- en 1991. En el año 1999 acabó de recopilar información y en 2003 editó un libro de más de 300 páginas que incluye un DVD y un CD. En 2003, recién editado, se presentó en el III Coloquio Internacional de Musicología Casa de las Américas, en La Habana, de mano de la doctora Victoria Eli, del Instituto Complutense de Ciencias Musicales y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, y de la musicóloga ecuatoriana María Elena Vinueza, directora del Departamento de Música de dicha institución cubana. Por otra parte, en los Estados Unidos, el doctor Peter Manuel, uno de los máximos exponentes de la etnomusicología mundial, profesor de Etnomusicología del Graduate Center of the City University of New York y anterior editor de la prestigiosa revista Ethnomusicology, ha calificado este trabajo como “un libro notable para los académicos y estudiosos interesados en cuestiones de música global, oralidad y creatividad”.

Hondo sustrato

Por su parte, Eduardo Duque considera que el sonido del tambor y las chácaras son la banda sonora por excelencia de la Isla de La Gomera. Avanza que, durante siglos, las manos gomeras artesanas han confeccionado estos instrumentos que se han convertido en un binomio musical inseparable y siempre presente en toda celebración que se precie, ya sea religiosa o con tintes más populares. Como se sabe, la Isla acoge durante todo el año numerosos actos festivos y religiosos en los que el sonido de las chácaras y tambores son los invitados que nunca faltan a estas citas, algo que en verano alcanza su mayor apogeo, pues son muchas las festividades que se celebran durante esa época del año.

Para Duque, las chácaras y el tambor son la banda sonora de La Gomera. “Es la música que le pega al paisaje, a las fiestas y a cualquier contexto de reunión”, detalla. En este sentido, indica que los gomeros son muy afortunados “porque tenemos la suerte inmensa de contar con un folclore vivo que no necesita de grupos que lo mantengan, ni escenarios para sonar, sino que emerge de la voz colectiva de la gente que lo siente suyo y lo manifiesta con naturalidad familiar”.

Insiste en que él es un folclorista más que contribuye con honestidad a la poesía popular, por lo que agradece a jóvenes y mayores su implicación en la fiesta gomera, de la que asegura que es indispensable el toque de las chácaras y el tambor, elementos que a su juicio “imprimen un sentir tan hondo que hacen que La Gomera tenga una connotación más allá de la mera geografía. Es una forma de entender la vida y ello se entiende conforme se cuenta porque somos lo que decimos, en todo ese legado folclórico hay una sensibilidad e incluso una socarronería que nos define como pueblo”, aclara. “No se trata de una recreación artificiosa sino tiene que haber un sustrato más hondo”, concluye.

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